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Par   •  2 Février 2014  •  723 Mots (3 Pages)  •  1 151 Vues

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El primer gol de Diego Maradona a los ingleses en Méjico ‘86 lo coronó como el Rey de la Calle. Fue con la mano y lo convirtió en el más vivo entre los vivos. Muchos simples seres humanos podremos haber intentado tal hazaña en los picados con los amigos, en los campeonatos de barrio, o ¿quién sabe? Tal vez en un campeonato Nacional, Continental, o inclusive en un Mundial. Sin embargo, siempre nos pesca el árbitro. Es que nosotros no poseemos ese arte único que nos permite alzarnos sobre todos los demás. El Pelusa -apodo que cualquier amigo del barrio le puede haber inventado- cometió la delicadeza de meterle el dedo al árbitro y a los mismísimos ingleses -menos a la reina que es muy casta para que le estén hurgando el culo, que sí se lo ablandó a la "Dama de Hierro"- en los Cuartos de Final de un Mundial cuando todo Inglaterra, Argentina y literalmente medio mundo los observaba.

El segundo gol de Diego Maradona contra los ingleses lo canonizó. Avanzó desde su cancha y a ritmo de tango pasó de largo a cinco ingleses, después al arquero, y la metió. ¿Así de simple? ¡No! Lo que hizo no fue humano. Este es un mundo racional y lo que Diego hizo no está en ningún libro. Aquello, creo, no está ni en nuestros sueños. La perfección estética con que se realizó esa corrida hacia la gloria no puede ser materia de nuestra capacidad onírica. "Fue una aventura personal de Diego", diría más tarde Valdano. Daba la impresión de que si no tenía el arco en frente, Diego se hubiera llevado a los fotógrafos, después a los guardias de seguridad, y finalmente, a todo el público de las tribunas porque en ese momento no lo paraba nadie. Maradona era un huracán que se desplazaba con la belleza de una cascada en una tarde de verano y rodeada por un paisaje hermoso que sólo pudo crear Dios. Era un misil con los pies de Alicia Alonso. Un meteorito haciendo piruetas. "Barrilete cósmico. ¿De qué planeta viniste?", sollozaría Víctor Hugo Morales mientras atestiguaba lo que él llamó "El Relato de mi Vida". ¿De dónde saliste, Diego?

Diego Armando Maradona ha sido dentro de una cancha lo que el Mío Cid ha sido en un campo de batalla. O Ulises. O David contra Goliat. Mucho más que un ser humano. Toda una fuerza que barría contra enemigos aparentemente muchísimo más fuertes que este ente provisto de un cuerpo poco atlético. "Enanos como uno", reconocería en su autobiografía la deidad. Sí, Maradona es un enano. Y regordete también. He ahí otro factor que dispara aún más la magnitud de sus hazañas. De físico severamente limitado, nuestro héroe ha tenido que poseer un alma sobrehumana para poder besar el cielo después de haber esquivado miles de piernas enemigas que buscaban liquidarlo.

Los héroes míticos que han desfilado por la literatura universal y por la imaginación popular plasmada en tradiciones orales siempre han alcanzado tal estatus porque lograron lo que nadie más puede lograr usualmente en beneficio de un pueblo. Leonidas con sus 300 valientes detuvieron a todo un ejército persa en el Paso de las Termópilas. David tumbó a Goliat con una honda. Miguel Grau con un barquito se las ingenió para aterrorizar a los chilenos. Andrés Avelino Cáceres también hizo lo propio, incluso convirtiéndose en "el Demonio de los Andes". ¡Un demonio! Osea, un ser de otro mundo. Maradona y su zurda

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