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Al-Andalus (document en espagnol)

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Par   •  5 Janvier 2015  •  Commentaire de texte  •  3 144 Mots (13 Pages)  •  889 Vues

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Nadie sabe quien, nadie sabe porqué, el caso es que, a partir de 1992, empezó a popularizarse el slogan de “España, país de las tres culturas”, y por ellas se entendían no la cristiana, la greco-latina y la indoeuropea, sino la cristiana –lo cual es correcto- la islámica –lo cual ya es mucho más discutible- y la judía. Se presentaba, no a España, sino a Al-Andalus, es decir, a la ideo que los islamistas se hacen de nuestro país, como un lugar de tolerancia, convivencia e idilio intercultural.

Es posible que el slogan surgiera de malos lectores de Américo Castro y de peores políticos a la búsqueda de una idea “progresista” que vender a falta de algo mejor. El caso es que, aquellas aguas trajeron estos lodos y del mito de la “España, país de las tres culturas”, surgió la nefanda y pervertida idea del “diálogo de civilizaciones” (como si las civilizaciones dialogaran y no fueran los civilizados a quienes cupiera tal honor y habilidad).

El mito es mito y como tal queda en el capítulo de las buenas intenciones, frecuentemente, inconscientes y alocadas. Jamás hubo un “país con tres culturas”; mejor dicho, hubo varios, la cuestión es que, lejos de convivir armoniosamente, cada cultura maldijo a las demás. Y, si se nos apura, algunas culturas despreciaron más a otras. No se puede decir que la cultura islámica haya sido particularmente tolerante, ni fértil –salvo honrosas excepciones- en los ocho siglos de presencia en nuestro solar. Y, en cuanto a la judía, si es cierto que demasiado frecuentemente, a partir del siglo XIII, fue más yunque que martillo, pero cabría añadir que en las estrofas del Talmud no se encuentran precisamente llamamientos a la tolerancia, sino justamente al desprecio más absoluto del “goim”, esto es, del no judío.

Son estas cosas que más vale olvidar y que, seguramente, no habríamos sacado a colación de no ser porque la verdad está por encima de los eslóganes “políticamente correctos” y que a cualquier mentira debe seguir un esfuerzo de la misma envergadura y de sentido contrario, en aras de restablecer la verdad. Y de la misma forma que quienes hoy, en su insensata ingenuidad han contribuido a que más que nunca se hable de la II República y de la malhadada Guerra Civil, son precisamente los mismos que han desatado el tema del “diálogo de civilizaciones”, habrá que decirles que, casi mejor hubieran callado en uno y otro tema, porque así habrían contribuido a tapar precisamente las vergüenzas de quienes pretenden defender. Es posible que, de no ser por la insensatez de gente como ZP, las nuevas generaciones hubieran crecido sin saber que Santiago Carrillo fue llamado “el verdugo de Paracuellos” y porqué se le tildo de tal. De no haber existido un reciente e injustificable “visionarismo” histórico sobre nuestra guerra civil, no habría existido tampoco el “revisionismo” consiguiente y, probablemente, se hubieran dejado las cosas como estaban, que más valía. Y, es posible que gentes como Serafín Fanjul, o nosotros mismos, en aras de la buena armonía entre vecinos, no hubiéramos estimado pertinente cargar contra el mito de la “España, país de las tres culturas”, de no ser por que tenemos el hábito de lanzarnos como el viejo Quijote contra los molinos, allí en donde nuestro sentido común y la verdad histórica se ven lacerados.

Nuestro país ha sufrido un proceso de falsificación histórica que se inicia en el último tramo de los años setenta, cuando cualquier localista podía retorcer la historia en beneficio propio, sin que nadie opusiera el más mínimo reparo, so pena de ser tildado de franquista y ridiculizado como “fundamentalista visigodo”. La falsificación flagrante que el nacionalismo periférico hizo de nuestra historia, abrió las puertas a cualquier otra falsificación ulterior, desde el lanzamiento del mito de las “tres culturas”, hasta el movimiento por la recuperación de la “memoría histórica”, es decir, de una memoria hemipléjica. Porque aquí, pecados, lo que se dice pecados, los cometieron las dos partes y no es el caso ahora, elucidar cual de las dos fue más culpable.

Un eminente arabista e hispanista, R.I. Burns, escribe en su obra “Los mudéjares de Valencia”: “a pesar de la asimilación recíproca y pacífica convivencia de cristianos y musulmanes, una aversión profunda dividía a ambos pueblos. Este sentimiento fue, no solo más allá de las actitudes convencionales o expresiones de desprecio mutuo, sino incluso más allá de la hostilidad que se podía esperar que provocarían las diferencias religiosas: refleja un antagonismo básico de culturas en una posición clásica de conflicto. Tal antagonismo tomó, finalmente, forma violenta en las revueltas y asaltos a las aljamas mudéjares que afectaron a todo el Reino de Valencia hacia el 1275 (…) Para comprender este fenómeno no resultan muy útiles los conceptos modernos de tolerancia/intolerancia o de raza o patriotismo nacionalista frente a la amenaza de revuelta”.

De la noche de las fosas de Toledo

El bachillerato del franquismo nos lo ocultó, quizás por aquello de “nuestra tradicional amistad con los árabes”, pero el caso fue que en el 729, dieciocho años después de que Tarik y Muza cruzaran el estrecho y se desplomara el Reino Visigodo de Toledo, tuvo lugar un episodio repugnante que no contribuye en mucho a afianzar la idea de la convivencia entre dos de lastres culturas de la España medieval.

Ese año, en una sola noche, fue exterminada toda la nobleza hispano-visigoda de Toledo, a traición y por la espalda. Amrus bin Yusuf, gobernador de Talavera, recibió la orden de liquidar a la nobleza toledana sobre la que recaía la sospecha de que antes o después terminaría sublevándose. El episodio es relatado con minuciosidad por Evariste Leví-Provençal. Con esa duplicidad de intenciones que ha “topificado” al islamismo, bin Yusuf llegó a Toledo aparentando buenas y loables intenciones. Reunió a los nobles y les propuso que residieran en el interior de un castillo que él mismo construiría en el noroeste de la ciudad. Cuando concluyó la construcción, Abderramán pasa cerca de Toledo y bin Yusuf y los notables salen a su encuentro y le invitan a visitar la ciudad. Abderramán acepta y Yusuf invita a la nobleza toledana al convite. Uno a uno, a medida que van penetrando en el recinto, son llevados por el estrecho pasadizo que bordea el foso de donde se ha extraído la tierra para construir las murallas. Ahí, uno a uno, son degollados. Displicentemente, los esbirros de Yusuf los dejan caer al foso muertos o agonizantes en lo que se convertirá en una fosa común. Los islamistas de Hispania han inventado la “limpieza étnica” que prefigura las matanzas de Paracuellos, las fosas de Katyn o las masacres de los khmeres rojos. Se

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