Viva Lavapies

Pásese por la Calle del Olmo en Lavapiés por las mañanas y verá todas las razas del mundo juntas. Los cinco continentes representados en los ojos de unos cuantos niños. Tengo la suerte de vivir enfrente de uno de los colegios de Lavapiés, el barrio más multicultural de Madrid. Allí confluyen más de 110 nacionalidades en unas pocas manzanas y a unas pocas calles de la Puerta del Sol (centro comercial neurálgico de la ciudad).

Por la calzada que camino saliendo hacia el trabajo me cruzo con una madre morena y con sus tres negritos. La madre lleva el carrito del bebé, que veo siempre dormido por lo tempranero de la hora, y colgados van la niña de un lado y del otro lado su hermano mayor. Son un autobús africano y familiar en medio de los chinitos que vienen por la otra acera, los gitanitos que se bajan de la furgoneta de su padre, los ecuatorianos que viene botando una pelota, los rumanos que se ríen tímidos. En la esquina del colegio llegan los abrazos de todos, blancos, negros, amarillos, los estudiantes pitufos tirados hacia atrás por mochilas desmesuradas se saludan con el cariño de los que no se han visto un día antes o no se fueran a ver nunca más. No saben de diferencias en sus miradas, porque no las hay. Las madres se saludan más recelosas, a veces por timidez, otras porque simplemente no hablan el mismo idioma, aunque todos saben decir amigo, vale o gracias.

La alegría de respirar el ambiente que se vive todos los días en la calle del Olmo en Lavapiés, cuando todas las voces de mil y un chicos, venidos de todo el mundo se alzan, se juntan y no difieren, me inspiran utopías, frases cursis pero sentidas.

Venga a Lavapiés una mañana, venga y pregúntese conmigo porqué no construimos más Lavapiés en el mundo y menos muros de las vergüenzas.

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